Lamentablemente, la COP26 no logró establecer una nueva ruta para la humanidad que evite una catástrofe climática. La comunidad científica de las Naciones Unidas considera necesario limitar el calentamiento global por debajo de 1,5 °C; sin embargo, incluso si se aplicaran todas las promesas de la COP 26, el mundo alcanzaría los 2,4 °C de calentamiento a finales de siglo.
La Primera Ministra de Barbados, Mia Mottley, destacó lo que está en juego para la humanidad —en particular para el Sur Global, que alberga a la mayoría del mundo— si continúa la trayectoria actual del calentamiento global:
Para quienes tienen ojos para ver, para quienes tienen oídos para escuchar, para quienes tienen corazón para sentir, 1,5 [°C] es lo que necesitamos para sobrevivir […] el mundo necesita nuestra acción ahora, no en el próximo año, no en la próxima década.
La COP26 ha sido ampliamente criticada como un “festival de greenwashing (maquillaje verde) del Norte Global”, ya que las naciones ricas y “desarrolladas” intentaron trasladar su responsabilidad sobre la crisis climática al Sur Global, apuntando a China e India en particular. Este esfuerzo por trasladar la culpa no sólo es cínico y ofensivo, sino totalmente falso. El Norte Global es el mayor responsable de la crisis climática, al haber producido el 92% de las emisiones de CO2 por encima de los límites planetarios seguros para la humanidad.
Mientras tanto, Estados Unidos intentó utilizar la COP26 para avanzar en su nueva Guerra Fría, con el presidente Biden criticando a China por “no estar presente” en el tema. De hecho, Estados Unidos ha producido más emisiones de CO2 que cualquier otro país hasta la fecha y sigue emitiendo mucho más CO2 por persona que cualquier otro de los principales países. En 2020, Estados Unidos emitió 14 toneladas de CO2 por persona, casi el doble que China, con 7,4 toneladas, y casi ocho veces más que la India con 1,8 toneladas.
El modelo de Guerra Fría que Estados Unidos plantea en las relaciones internacionales es un grave obstáculo para resolver la crisis climática. El presupuesto anual del ejército estadounidense —la institución más contaminante del mundo— ha superado ya los 750.000 millones de dólares al año, motivado por el despliegue militar de Washington contra China. Mientras tanto, el plan “Build Back Better” (Reconstruir mejor) del presidente Biden sólo ha propuesto un gasto de hasta 555.000 millones de dólares para el cambio climático durante la próxima década. En lugar de malgastar estos inmensos recursos en un despliegue militar y en una nueva y peligrosa Guerra Fría contra China, Estados Unidos debería redirigirlos hacia la financiación de una transición ecológica en el país y cumplir con sus obligaciones de proporcionar financiación climática y reparaciones a los países “en desarrollo”.
A pesar de ello, el anuncio de la Declaración Conjunta de Glasgow EE. UU-China sobre el Fortalecimiento de la Acción Climática en la década de 2020 proporciona una posible base para debatir y dar pasos hacia el aumento de la acción climática y la cooperación global durante la próxima década. La creación de un grupo de trabajo entre EE.UU. y China es un paso adelante que se agradece y que debería funcionar dentro del marco de la ONU. Este acuerdo entre EE.UU. y China es urgente y necesario.
El compromiso de la Declaración Conjunta de “tomar medidas climáticas reforzadas y ambiciosas para la década de 2020 en el contexto del Acuerdo de París” con el objetivo de “mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de los 2 °C y proseguir los esfuerzos para limitarlo a 1,5 °C”, entre las dos mayores economías del mundo es muy bienvenido.
La importancia que la Declaración Conjunta otorga a los países “desarrollados” —que históricamente han contribuido con la mayor parte de las emisiones de carbono— para que cumplan urgentemente su promesa pendiente de 100.000 millones de dólares al año en financiación climática para los países “en desarrollo” también es bienvenida. Además, observamos que, para posibilitar la adaptación y la mitigación del cambio climático, no sólo se necesita una financiación mucho mayor, sino que se trata de una deuda histórica con los países del Sur Global, que son los que menos han contribuido a la crisis climática y, sin embargo, están sufriendo las pérdidas y los daños sociales, económicos y ecológicos más graves.
Aunque esta Declaración Conjunta no es más que un paso para satisfacer la amplia demanda de una acción climática estructural y decisiva, ofrece un modelo de colaboración que puede servir de base para abordar los problemas urgentes a los que se enfrenta la humanidad, como la pandemia, la pobreza mundial y el desarrollo económico.
El mundo necesita cooperación global, no una nueva Guerra Fría.